Artículo publicado en el Numéro 11 - juin 2017 de la Revue des Sciences du Langage de la Faculté des Lettres et des Langes de la Université Ammar Telidji de Laghouat, Algérie.
Gregorio
Muelas Bermúdez
Valencia
– España
Una
historia personal del “Boom”
El
obsceno pájaro de la noche
es una de las novelas más memorables de aquel fenómeno narrativo
conocido como “Boom”, que José Donoso (1924-1996), autor de la
novela, conoció tan bien pues no sólo fue uno de sus grandes
protagonistas, sino también uno de sus mejores estudiosos,
publicando en 1972 el célebre ensayo Historia
personal del “Boom”,
que como muy bien reza el título es una visión subjetiva, un
testimonio a medio camino entre lo autobiográfico y lo anecdótico,
donde Donoso relata sus inicios como escritor y sus encuentros con
Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Gabriel García
Márquez, autores que, como veremos, lo marcarían profundamente.
En
El obsceno pájaro de
la noche se dan cita
una galería de personajes humanos deformados por una realidad
grotesca que los animaliza, así pues el escritor chileno exhibe todo
un bestiario de seres que se mueven en los contornos de una realidad
extrema, la del Chile de la época, inserto en un contexto
socio-político muy problemático y que a la postre habría de tener
una violenta consecuencia tras la caída de Salvador Allende
(1908-1973) y el advenimiento del régimen dictatorial de Augusto
Pinochet (1915-2006). Una situación que el autor podía prever y
que, sin duda, influencia el carácter esperpéntico de los
personajes, como esperpéntica fue la gestación de la novela, pues
como declara el propio autor fue un episodio de esquizofrenia
provocado por una alergia a la morfina durante su internamiento
forzado por unas úlceras el que finalmente le permitió terminarla
tras ocho años de trabajo demorado por graves angustias que le
obligaron a interrumpir su escritura en no pocas ocasiones, tal vez
por lo ambicioso y complejo de su trama, deviniendo en “un infierno
empapelado”. (1)
Gestada
en un entorno tormentoso que a la postre provocaría la salida del
escritor de Chile, no sólo por el desbordamiento de su propio
trabajo en la novela, cuya vorágine le obligaba a acumular ingentes
materiales, la inmensa mayoría sin orden ni concierto, sino también
por el ambiente asfixiante que inundaba el país, que le ahogaba
hasta el extremo de decidir abandonar su tierra con motivo de un
congreso internacional de escritores en Chichén-Itzá, México, en
1965, organizado por la Inter-American Foundation for the Arts
(IAFA). De ahí se trasladaría con su mujer a España, a la costa
catalana, en concreto a Sitges, con algunas estancias en Estados
Unidos, sobre todo en la Universidad de las Montañas Rocosas, en
Colorado, para impartir talleres de creación literaria.
Este
tormento, este tour de
force con su propia
obra hace que cuando El
obsceno pájaro de la noche
ve por fin la luz en 1970, en la editorial Seix Barral, el movimiento
en el que se inserta se encuentre en plena efervescencia y sus
autores fundacionales hallan dado ya a la imprenta sus obras más
significativas: el colombiano Gabriel García Márquez y Cien
años de soledad
(1966), el argentino Julio Cortázar y Rayuela
(1967),
el mexicano Carlos Fuentes y
La muerte de Artemio Cruz,
el peruano Mario
Vargas Llosa y
La ciudad y los
perros (1963),
así pues José Donoso viene a sumarse a esta pléyade con una obra
que inicia el período epigonal de dicho movimiento, en una línea
similar a la del peruano Alfredo Bryce Echenique y su novela Un
mundo para Julius,
aparecida en el mismo año. Lo que nos motiva a hablar de un “Boom”
antes y después de la gran novela de Donoso. Si Coronación
(1957)
está considerada la última novela galdosiana de Hispanoamérica,
con ese final apoteósico que da título al libro, Casa
de campo
(1978) supondría la última entrega verdaderamente importante, a la
par con El otoño
del patriarca
(1978) de Gabriel García Márquez, del “Boom”, que su
compatriota Antonio Skármeta se encargaría de finiquitar al año
siguiente, con la publicación de Soñé
que la nieve ardía,
inaugurando un nuevo período narrativo que, de acuerdo con Donald L.
Shaw (2), daríamos en llamar “Posboom”, en el que eclosionarían
toda una serie de autores que dominarán el panorama literario hasta
la actualidad, tal es el caso del argentino Ricardo Piglia
(Respiración
artificial,
1980), de los mexicanos Salvador Elizondo (Elsinore,
1988) y Laura Esquivel (Como
agua para chocolate,
1988) y de los también chilenos Isabel Allende (La
casa de los espíritus,
1982) y Roberto Bolaño (Los
detectives salvajes,
1998).
Resulta
curioso constatar que es en este período cuando la figura de la
mujer novelista verdaderamente eclosiona, así a las autoras ya
citadas podríamos añadir otros nombres importantes, como la
argentina Luisa Valenzuela (Cola
de lagartija,
1983), la chilena Diamela Eltit (Lumpérica,
1983), la puertorriqueña Rosario Ferré (La
casa de la laguna,
1996), la nicaragüense Gioconda Belli (La
mujer habitada,
1988) y las mexicanas Ángeles Mastretta (Arráncame
la vida,
1986), Carmen Boullosa (Antes,
1989) y Elena Poniatowska (Hasta
no verte Jesús mío,
1969). Todas iniciaron su andadura en los años centrales del “Boom”,
sin embargo será más tarde cuando su narrativa alcance el lugar de
preeminencia que actualmente ocupa, con aportaciones experimentales y
lecturas políticas que, en muchos casos, lograrán alcanzar los
primeros puestos en las listas de ventas.
Historia
de una novela “obscena”
Comencemos
rastreando su origen, así Donoso tuvo el primer atisbo de la
historia en una calle de Santiago en 1959, cuando vio a un chico
deforme vestido de terno en el asiento trasero de un coche de lujo
conducido por un chófer privado. A partir de esta imagen, el
escritor se sumió en la redacción de la novela, un largo proceso de
reescrituras, de frustraciones, que culminó, literalmente, en una
dolencia física como consecuencia de ese pájaro que, como declaró
el autor en varias entrevistas, le comía las entrañas.
Pero
de dónde procede el título, originalmente titulado “El último de
los Azcoitía”, José Donoso tomó el definitivo de un fragmento de
una carta que Henry James escribió a sus dos hijos mayores: “la
herencia natural de cualquiera capaz de desarrollar una vida
espiritual es un bosque animado en el que el lobo aúlla y el obsceno
pájaro de la noche parlotea”. Una vida espiritual al que aspiran
algunos personajes de la novela pero que sólo le es posible
desarrollar a la voz narradora, con sus extrañas peripecias. Luego
están las siete brujas, las seis viejas y el Mudito, que viven su
encierro con estupor y resignación a la espera de un milagro
redentor en la figura del niño santo de Inés Mateluna.
No
podía, pues, escoger mejor título para la obra, sugerente en
extremo, metafórico, evocador, poético, pero de una belleza
blasfema, oscura, que sintetiza magistralmente la aspiración del
autor de sobrevolar unas vidas condenadas al ostracismo de esas
sombras que dominan el caótico espacio que las cobija.
En
cuanto a los antecedentes de la novela, los podemos hallar en su
anterior obra, En
el lugar sin límites,
una novela corta originalmente publicada en 1966, donde relata la
miseria en un prostíbulo de un pequeño pueblo. Con este
libro,
que fue escrito en plena creación de El
obsceno pájaro de la noche,
debía cumplir con una deuda pendiente con la editorial chilena
Zig-Zag
y que le imposibilitaba finalizar la obra que estaba redactando:
creo
que una de las razones por las que mi novela grande estaba bloqueada
y permaneció así durante tantos años, fue porque la empresa
Editora Zig-Zag, propietaria de la revista Ercilla,
de la cual durante tantos años fui redactor, me había prestado la
suma exorbitante de mil dólares en el año 1960, contra una posible
novela aún no comenzada, que yo debía escribir para ellos algún
día.
(Historia
personal del "Boom")
Buscando
finalizar esta obra, se trasladó por tres meses a la casa de Carlos
Fuentes en México y en ese ambiente de tranquilidad surgió El
lugar sin límites,
obra que, precisamente, se desprendió de un capítulo de El
obsceno pájaro de la noche. Al
final Donoso pudo saldar su compromiso con Este
domingo (1966),
donde al igual que en Coronación
presenta
la decadencia de una familia burguesa,
pues
En
el lugar sin límites
acabó viendo la luz en México, en la conocida editorial Joaquín
Mortiz.
No
es difícil imaginar a un Donoso obsesionado con dar forma definitiva
a esa enorme amalgama de papeles inconexos que acabarán conformando
la novela hasta alcanzar el aura de leyenda por las excéntricas
anécdotas que rodearon no sólo su proceso de creación, sino
también las circunstancias de su publicación, así debemos
comentar que la obra fue postulada al prestigioso Premio Biblioteca
Breve, que ya habían ganado Mario Vargas Llosa en 1962 con La
ciudad y los perros,
y cinco años después su gran amigo Carlos Fuentes por Cambio
de piel,
ahora “El pájaro”, como la llamaba Donoso, era candidata segura
para ganar, pero no obtuvo el premio por una grave crisis financiera
sufrida por Seix Barral, que terminó con la salida de Carlos Barral
ante las disensiones que habían surgido entre los directivos de la
editorial acerca de la gestión de ésta. Finalmente el jurado optó
por no adjudicar el premio.
Sin embargo, fue puesta en todas las librerías junto a un cartel
publicitario, cuya imagen era una jaula abierta. El
Premio Biblioteca Breve volvió a otorgarse en 1971, recayendo en
Sonámbulo
del sol
de la cubana Nivaria Tejera.
No
obstante, la polémica fue un excelente reclamo publicitario para la
novela, que enseguida alcanzó el lugar preeminente que hoy ocupa
entre la crítica.
La
historia
Una
vez trazada esta panorámica, que explicaría el lugar singular, por
no decir simbólico, que ocupa la obra, una sucinta sinopsis nos
puede dar una idea del alcance social de esta novela, dominada por
personajes abyectos, y esta es una de las características
principales de Donoso como novelista, su enorme capacidad de
inventiva para desarrollar e insertar estos personajes imaginarios en
un contexto “real”, el del Chile beato y aburguesado de mediados
del siglo pasado, convulsionado por ráfagas políticas de signo
contrario.
Así
El obsceno pájaro de
la noche narra,
principalmente, la historia del Mudito, Humberto Peñaloza, un hombre
obsesionado por ser alguien renombrado, y Jerónimo de Azcoitía, un
millonario y aristócrata incapaz de concebir un heredero para
perpetuar su estirpe, personajes cuyas existencias se entrelazan
entre sí y, a su vez, con las de una realidad deformada en las voces
narradoras del primero de ellos, conduciendo al lector
indistintamente atrás y hacia adelante en el tiempo, yendo de
escenario en escenario –conventos, casas, mansiones: lugares
predilectos de Donoso, para perderle en la incertidumbre y el
desconcierto que provoca la ruptura de todo orden lógico del hilo
argumental.
La
voz que narra esta historia, extravagante las más veces y otras
cómica, fluye pues de los labios de Mudito, tal vez el más acabado
ejemplo del antihéroe donosiano, en forma de confesión alucinada,
en primera, en tercera e incluso en segunda persona, como en un viaje
hacia el fin de la noche, es decir, hacia la nada, creando un mundo
destinado, por la maldición intrínseca de toda existencia a la
finitud, a la pérdida de cualquier posible identidad. Las viejas que
pueblan la Casa de la Encarnación de la Chimba y los monstruos de la
Rinconada, ilustran cada matiz de la desesperación y cada uno de los
ínfimos placeres cotidianos.
En
ese ambiente malsano e infecto reside también la madre Benita, nada
mejor que la pluma del propio autor para retratarla:
la
mirada de la madre Benita no penetra debajo de las camas ni en los
escondrijos, es preferible compadecer, servir, permanecer a este
lado, aunque eso signifique matarse trabajando como se ha matado
usted durante años entre estas viejas decrépitas, en esta casa
condenada, rodeada de imbéciles, de enfermas, de miserables, de
abandonadas, de verdugos y víctimas que se confunden y se quejan y
tienen frío y hambre que usted se desespera por remediar.
Así,
durante los veintinueve capítulos que integran la novela asistimos
perplejos a los vaivenes de esta troupe
en
un ambiente religioso que se asemeja más al infierno que al paraíso
de las sagradas escrituras.
Pero
cuánto hay de fantasía. Aunque fábula desconcertante, no debemos
desdeñar un aspecto tan interesante como el de los elementos
autobiográficos, que jalonan la novela pues la mayoría de los
personajes marginales que la pueblan fueron inspirados por personas
que formaron parte de su infancia. Sus páginas son un reflejo de las
obsesiones del artista, asediado por la memoria y sus fantasmas. ¿No
se podría interpretar el texto como un ejercicio de estilo que en
realidad pretende ser un exorcismo literario para ahuyentar esos
fantasmas?.
No
es “realismo social” lo que encontramos en la novela, sino más
bien una “irrealidad” que se mueve en los contornos de la
ensoñación y la fantasía, y es precisamente por esa frontera
indefinida que sostiene con la realidad, unido a su audacia
compositiva, que la obra se inserta de lleno en el período central
de un movimiento o generación literaria que habría de marcar un
hito muy significativo para la narrativa en lengua castellana.
Las
máscaras del antihéroe
Las
portadas de las sucesivas ediciones de la novela de Donoso insisten
en ese carácter surrealista de sus personajes. A la sobria edición
inaugural de Seix Barral le seguirán otras muchas dado el alcance y
repercusión de la obra (solo para la tirada de la primera edición
se imprimieron 15.000 ejemplares), definida por Luis Buñuel como
“obra maestra” y considerada por el prestigioso e influyente
crítico literario Harold Bloom como una de las obras esenciales del
canon de la literatura occidental del siglo XX (3).
Desde
gárgolas a personajes carnavalescos, es el caso de la edición de
Alfaguara de 1999, para representar la monstruosidad de unos
personajes bizarros que se mueven en ambientes deliberadamente
sórdidos. Podríamos enumerar las ediciones más significativas y su
peculiar presentación al lector. Ya en la cuarta edición de Seix
Barral, de 1974, se presenta con una portada muy sugerente a la par
que inquietante: un saco raído cuyas arrugas simulan un rostro
deforme. Una forma original a la que seguirían otras más
figurativas, como las gárgolas que hemos mencionado anteriormente o
aquellas que nos recuerdan a las célebres “pinturas negras” de
Francisco de Goya, cuya influencia también podríamos rastrear en
algunos pasajes de la novela, sobre todo en la ambientación y en la
actitud de ciertos personajes. En la última edición hasta la fecha,
la de Debolsillo (Penguin Random House) de 2017, se recrea en este
aspecto, con tres máscaras depositadas debajo de una silla donde un
huso es custodiado por un personaje disfrazado de médico de la peste
negra.
La
apariencia exterior de la novela insiste en ese carácter de
deformidad de los personajes, que viven recluidos, casi refugiados,
de una realidad exterior amenazante, así en las andanzas de Inés
Mateluna, la Gina, extramuros, el Mudito teme las posibles
consecuencias de exponerse a “los verdugos”, al doctor Azula,
“siempre ávido de glándulas y úteros”, en la “noche terrible
transcurriendo apaciblemente afuera”.
Esa
dicotomía de espacios, el de la burguesía adinerada y el de los
bajos fondos, acaban configurando dos círculos dantescos, donde cada
uno cuenta con sus propias reglas de juego y con su propia moralidad,
del contacto esporádico de ambos deviene el alumbramiento del hijo
de Inés, fruto de la relación burlesca entre el Mudito, disfrazado
de Gigante, y esa huérfana díscola cuya juventud y vitalidad choca
con la vida monacal de las viejas.
En
una entrevista Donoso
comenta:
En
El
obsceno pájaro de la noche
yo jugué con lo monstruoso, lo esperpéntico, lo negro, lo
miserable. Era un tipo de fuga del realismo. Aquí también me escapo
de él, a través del artificio. Para mí la fuga del realismo no es
lo fantástico, sino lo artificial. Es otra forma de deformación, de
irrealidad.
Obsesionado
con escribir la gran novela de Chile, como le había vaticinado su
amigo Pablo Neruda, José Donoso levanta un edificio novelesco de
enorme trascendencia para la evolución del género en
Hispanoamérica. Tal vez sea esta, en efecto, esa gran novela chilena
a la que su autor aspiraba, pero no en el sentido balzaciano,
dickensiano si se quiere, no desde el realismo decimonónico, no como
un gran fresco nacional, sino desde la creación de todo un universo
propio, desquiciante, opresivo, donde los personajes deambulan aquí
y allá como arquetipos de una sociedad abúlica, desnortada, que no
es otra que la del Chile de la época. En este sentido resulta cuanto
menos curioso el hecho de que el escritor residiera fuera de su país
durante prácticamente todo el período de escritura de la novela,
viviendo a caballo entre España -Mallorca y Barcelona- y Estados
Unidos.
Ese
universo tiene su centro en un convento de Santiago de Chile, la Casa
de Ejercicios Espirituales de la Encarnación de la Chimba, donde
viven:
las
cuarenta viejas asiladas, las tres monjas y las cinco huerfanitas, y
asistencia de sus propios hijos, nueras y nietas.
Un
universo de patios abandonados y puertas tapiadas, un universo
desvencijado a punto de derrumbarse, que sus moradores van cediendo
poco a poco a la porquería, a la basura, incapaces de adueñarse de
las múltiples estancias abandonadas. Un universo que amanece con la
muerte, con la descripción del funeral por la Brígida.
La
casa
Pero
si hay una gran metáfora en la novela esa es, sin duda, la casa,
entendida unas veces como espacio mítico, y otras como miniatura de
otro espacio mayor pero igualmente cerrado, asfixiante, hostil. Sobre
este tema señala el propio Donoso:
Para
mí la casa es el espacio donde ocurre la fábula, donde sucede la
novela, el lugar de la acción y la pasión, del orden y las reglas,
y del catastrófico, aunque a menudo insignificante, advenimiento del
caos. Insisto en el tema porque soy, esencialmente, un hombre de
casas -tal vez también de ciudades-, rara vez un hombre de paisaje y
de campo (...) he sido un hombre condenado a las ciudades, y amante
de las ciudades. Y dentro de las ciudades, de las casas; y dentro de
las casas, de las habitaciones y las familias.
(Conjeturas
sobre la memoria de mi tribu)
(4)
Paradójicamente
la casa es un espacio inmenso, no del todo conocido, constituido por
interminables corredores, plagado de rincones donde se acumula el
polvo y la basura, un espacio laberíntico donde aparecen y
desaparecen los personajes de forma misteriosa. Tanto o más
interesante resulta la distribución interior: pasillos, patios,
habitaciones cerradas… recovecos que parecen un trasunto de la
esquizofrenia como proyección exterior de la mente de los
personajes, de personalidad tan intrincada como el extraño lugar que
habitan.
Así
la describe Donoso en la propia novela:
Fue,
al comienzo, una modesta casa para monjas de clausura que el
terrateniente construyó en sus ricas propiedades de la Chimba, al
norte de la capital, y que alojaría a su hija durante su vida.
Y
más tarde escribe:
Abandonado
a las necesidades sin concierto de distintos tiempos, este edificio
creció tanto y tan anárquicamente que ya nadie recuerda […] los
patios primitivos destinados a encerrar a la hija del fundador.
Como
podemos observar, la casa es el espacio sobre el que se sustenta el
imaginario de José Donoso, un espacio íntimo con una gran carga
simbólica y que posee una estructura estamental, jerárquica. En
Donoso la casa no es sinónimo de hogar puesto que no se trata de un
lugar cómodo, la inestabilidad de los personajes que la pueblan se
plasma en los numerosos recodos que la conforman, hasta el punto de
crear una especie de sinergia que solo encuentra parangón en la
célebre “Casa tomada” de Julio Cortázar.
Conclusión
Sin
duda El obsceno pájaro
de la noche es un
retablo de las obsesiones donosianas, una obra poblada de fantasmas
insertos en un mundo caótico, irracional, onírico, dominado por un
tiempo que no sigue un orden cronológico, sino que avanza y
retrocede de acuerdo con la pulsión de los personajes, sin duda,
todo un desafío a la inteligencia del lector y, ante todo, un reto
para el propio autor, que lejos del discurso racional y lineal al uso
plantea una novela polifónica, coral, donde se dan cita muchas
voces al mismo tiempo y en un mismo espacio cerrado, laberíntico,
claustrofóbico.
Tal
vez el gran logro de Donoso en esta novela sea el de mostrar que la
realidad es más ambigua de lo que nuestros ojos adocenados, cansados
de cotidianidad, habitualmente nos muestra pues no hay una sola
visión de la misma, ni es tan bella y ordenada. Frente a esa visión
errónea, Donoso ofrece otra más oscura, más cruda, menos bucólica
porque el infierno solo existe en la tierra.
A
pocas obras del “Boom” le cabe tan bien el marchamo de “obra
maestra”. En definitiva, una obra clave de lo que se ha dado en
llamar “postmodernidad” y que abrió nuevas sendas en la
narrativa latinoamericana merced a su complejidad y su inteligencia.
Bibliografía:
-
DONOSO, J. El
obsceno pájaro de la noche,
Biblioteca EL MUNDO, 2001.
-
DONOSO, J. Historia
personal del “Boom”,
Alfaguara, 1999.
-
DONOSO, J. El
lugar sin límites,
Ediciones Cátedra, Letras Hispánicas, 2005.
-
DONOSO, J. Coronación,
Salvat, 1983.
-
DONOSO, J. Conjeturas
sobre la memoria de mi tribu,
Alfaguara, 1996.
-
SHAW, D.L. Nueva
narrativa hispanoamericana. Boom. Posboom. Posmodernismo,
Ediciones Cátedra, Madrid, 2005.
-
OVIEDO, J.M. Historia
de la literatura hispanoamericana,
Alianza Editorial, 2014.
-
CORTÁZAR, J. Bestiario,
Punto de lectura, 2016.
-
Entrevista en el programa “A fondo”, RTVE, por Joaquín Soler
Serrano, 1977.
(1)
Carlos Droguett (1912-1996). Fue
un prolífico novelista
y cuentista
chileno
vinculado a la Generación
Literaria de 1938.
El reconocimiento internacional le llegó con la publicación en la
prestigiosa editorial Seix Barral de Eloy
(1960),
novela que tuvo un gran éxito y que rápidamente fue traducida a
diversas lenguas. Posteriormente publicó 100
gotas de sangre y 200 de sudor
(novela, 1961), Patas
de perro
(novela, 1965), Los
mejores cuentos
(cuentos, 1967), Supay,
el cristiano
(novela, 1968), El
compadre (novela,
1967), El
hombre que había olvidado
(novela, 1968), Todas
esas muertes
(novela con la que obtuvo el Premio Alfaguara en 1971), El
cementerio de los elefantes
(cuentos, 1971), Después
del diluvio
(novela teatralizada, 1971), Escrito
en el aire
(crónicas, 1972), El
hombre que trasladaba las ciudades
(novela, 1973), Materiales
de construcción
(ensayo, 1980), y El
enano Cocorí
(novela, 1986). En forma póstuma se han publicado las novelas Matar
a los viejos
(2001), La
señorita Lara
(2001) y Sobre
la ausencia
(2009). Al otorgarle en 1970 el Premio
Nacional de Literatura,
el jurado destacó que su renovadora técnica narrativa trascendía
los límites del país y le equiparaba con los principales novelistas
contemporáneos. Droguett se radicó en Suiza en 1976 a causa de la
dictadura
militar
instaurada por Augusto
Pinochet
en 1973. Nunca regresó a Chile.
(2)
Donald L. Shaw.
(3)
Bloom,
Harold
(1994). «The
Chaotic Age: A Canonical Prophecy - Latin America».
The
Western Canon: The Books and School of the Ages
(Nueva York: Harcourt Brace).
(4)
José Donoso. Conjeturas
sobre la memoria de mi tribu.
Alfaguara. 1996. pp. 327
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