Doma
Jorge Ortiz Robla
Lastura, Antequera, 2018
Doma
es el revelador título del nuevo libro de Jorge Ortiz Robla (1980),
que después de La
simetría de los insectos
(Lastura, 2014), Presbicia
(Baile del Sol, 2016) y El
lenguaje de la luz / A Linguagem da Luz
(Gato Bravo, 2018) vuelve a publicar con la editorial de Lidia López
Miguel en el número 111 de la magnífica colección Alcalima de
poesía, que dirige Isabel Miguel.
El
poemario cuenta con dos grandes
alicientes: las sugerentes ilustraciones de cubierta e interiores de
Juan Martínez, que combina dibujos
de objetos
propios de la puericultura con otros
de la equitación y el
arte de la doma; y el lúcido prólogo de Sara Castelar Lorca, que
con el título “Doma,
versos para una memoria futura” nos
abre la puerta de un libro
que es
una bella apuesta
por el desarrollo de la libertad personal frente
a la manipulación de un sistema maniqueo que pretende dirigir
nuestro pensamiento.
Los
cuarenta y dos composiciones que integran el
libro se estructuran en cuatro partes, que
aluden a los pasos de la
doma clásica, con los significativos
epígrafes: “Aclimatación y amansamiento”, “Desbravado y
primeras montas”, “Ejercicios especializados” y “Estractos de
un establo imaginario”.
En
la dedicatoria: “A Candela, aún Silvestre. Nunca te dejes domar”,
y en las citas iniciales del libro, debidas a Charles Darwin, Elena
Medel y Andrés García Cerdán, hallamos la tesis del libro. En
efecto, el poeta canario advierte
a su hija “por si alguna vez te hieren”, así el padre de hoy
aconseja a
la hija del futuro
con el fin de alertarla sobre las
circunstancias de un
mundo donde imperan los
intereses maquiavélicos del trabajo y la producción porque
como señala el autor en los últimos versos del libro: “el sistema
nos doma, nos marca sus pautas, / modela los comportamientos, las
resoluciones / afectivas, / los intereses, / los sueños. / Maneja
nuestra moralidad”.
Jorge
Ortiz Robla emplea
diversos recursos, como
la pregunta retórica, para
enseñar a su hija
a “reconocerte
en los espejos”, y
para que
“cuando todo cambie” no sea un “débil
animal”. El
autor nos ofrece
lecciones vitalistas para aprender
a distinguir entre vivir y matar el tiempo, y, sobre todo, a no
rendirse, y
lo hace con admirable “Ternura”:
“Es
tu labio un paréntesis
que
sobre la barbilla cruza tu rostro,
una
balanza que compensa tu emoción,
un
filamento que ilumina la cara.
El
resto es eternidad
y
la eternidad,
como
la ternura,
ni
se mide
ni
se contiene.”
En
definitiva, Jorge Ortiz
Robla demuestra una vez más el dominio de un registro propio, de
dicción clara e intención crítica, que hace de su poética
uno de los mejores exponentes actuales
del
espíritu que animaba al
célebre verso de Gabriel
Celaya: “La poesía es
un arma cargada de futuro”, y de esperanza.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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