Poemas del frío
Sandra Sánchez
Cuadernos Heracles y nosotros, Gijón, 2018
Sandra
Sánchez (Oviedo, 1971) publica su nuevo poemario en el nº 21 de Cuadernos
“Heracles y nosotros” de Gijón, Poemas del frío,
donde reúne veintiuna composiciones de “versos ateridos”. La
poeta asturiana, que ya había dado buena muestra de su madurez
expresiva en su opera prima,
Una manzana en la nevera
(PieEdiciones, 2017), vuelve a sorprendernos con un discurso crítico,
de forma libre y trazo cadencioso, que dice mucho y bien de una
autora comprometida con la causa lírica y la lucha social.
Dos
citas, de José Luis Morante y Alejandra Pizarnik, abren el libro y
nos anticipan su fondo: la herida y el invierno. En efecto, desde el
primer poema, que da título al conjunto, ya nos lo señala: “Vienes
de los poemas del frío, / de más allá del horizonte de la estepa /
y de los acantilados de la herida”; y sigue con “Nacimiento y
muerte de una lágrima”: “has llorado alguna vez / por esa
lágrima?”. Y es que la nada nos acompaña a diario y finalmente
nos inunda justo antes de morir, así recrea el célebre “Mehr
licht!” (¡Luz, más luz!) de Goethe en un bello poema con sabor
culturalista.
Sabiduría
y reflexión fluyen por esta plaquette,
a veces solo bastan unos pocos versos, como en “Metamorfosis” y
“Atronador”, o en el ingenioso y minimalista “A-Dios”, donde
dice: “Y al séptimo día / desapareció.” La poética de Sandra
Sánchez no necesita de hechuras retóricas para tocar al lector, es
precisa, pulcra.
El
arco temático de la poeta ovetense es amplio, así hay composiciones
donde la pluma actúa como un certero dardo a la conciencia, como la
historia de “la cubana”
en “Identidades”; otras son de una ternura conmovedora, es el
caso del poema que dedica al recuerdo de su madre, “Siempre la
vida”, y a sus “ángeles”, que velan su sueño y cuidan de
ella, en “Lo sé”; otros son de un romanticismo secular, donde
apela a los ojos de un amante ausente, esquivo. El poemario acaba en
“el corazón de una flor”, delicada metáfora en prosa sobre el
tiempo y la creación.
En
definitiva, Sandra Sánchez nos ofrece autenticidad y frescura en una
edición no venal donde el yo lírico se dirige a un mundo ajeno para
trasladar sus preocupaciones pues “hay otoños que no acaban
nunca”.
Gregorio
Muelas Bermúdez
Muy agradecida por tu reseña Gregorio.
ResponderEliminar¡Un abrazo!