domingo, 13 de enero de 2019

Poemas del frío. Sandra Sánchez

 
 


Poemas del frío
Sandra Sánchez
Cuadernos Heracles y nosotros, Gijón, 2018
 
 
Sandra Sánchez (Oviedo, 1971) publica su nuevo poemario en el nº 21 de Cuadernos “Heracles y nosotros” de Gijón, Poemas del frío, donde reúne veintiuna composiciones de “versos ateridos”. La poeta asturiana, que ya había dado buena muestra de su madurez expresiva en su opera prima, Una manzana en la nevera (PieEdiciones, 2017), vuelve a sorprendernos con un discurso crítico, de forma libre y trazo cadencioso, que dice mucho y bien de una autora comprometida con la causa lírica y la lucha social.

Dos citas, de José Luis Morante y Alejandra Pizarnik, abren el libro y nos anticipan su fondo: la herida y el invierno. En efecto, desde el primer poema, que da título al conjunto, ya nos lo señala: “Vienes de los poemas del frío, / de más allá del horizonte de la estepa / y de los acantilados de la herida”; y sigue con “Nacimiento y muerte de una lágrima”: “has llorado alguna vez / por esa lágrima?”. Y es que la nada nos acompaña a diario y finalmente nos inunda justo antes de morir, así recrea el célebre “Mehr licht!” (¡Luz, más luz!) de Goethe en un bello poema con sabor culturalista.

Sabiduría y reflexión fluyen por esta plaquette, a veces solo bastan unos pocos versos, como en “Metamorfosis” y “Atronador”, o en el ingenioso y minimalista “A-Dios”, donde dice: “Y al séptimo día / desapareció.” La poética de Sandra Sánchez no necesita de hechuras retóricas para tocar al lector, es precisa, pulcra.

El arco temático de la poeta ovetense es amplio, así hay composiciones donde la pluma actúa como un certero dardo a la conciencia, como la historia de “la cubana” en “Identidades”; otras son de una ternura conmovedora, es el caso del poema que dedica al recuerdo de su madre, “Siempre la vida”, y a sus “ángeles”, que velan su sueño y cuidan de ella, en “Lo sé”; otros son de un romanticismo secular, donde apela a los ojos de un amante ausente, esquivo. El poemario acaba en “el corazón de una flor”, delicada metáfora en prosa sobre el tiempo y la creación.

En definitiva, Sandra Sánchez nos ofrece autenticidad y frescura en una edición no venal donde el yo lírico se dirige a un mundo ajeno para trasladar sus preocupaciones pues “hay otoños que no acaban nunca”.

 
Gregorio Muelas Bermúdez



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