Girasoles inclinados
Fernando Recuenco Abarca
Diputación de Valencia, 2010
Girasoles
inclinados
es el título del primer poemario de Fernando Recuenco Abarca (1941),
el poeta conquense afincado en La Pobla Llarga publica en 2010,
gracias a la Diputación de Valencia, este volumen que reúne una
parte esencial de su producción lírica, almacenada durante años al
recaudo de la más pura intimidad.
El
poemario, que se abre con un prólogo, “La soledad de los
girasoles”, firmado por Rafael de la Torre, está dedicado a su
familia, anclaje sentimental del poeta, que encuentra en sus seres
queridos el bienestar necesario para desarrollar sus inquietudes
literarias, que abarcan también el relato y la novela.
El
libro se estructura en dos partes con los significativos rótulos “A
la luz de teas” y “Noche de hogar”, que acogen las sesenta
composiciones -que con excepción de los sonetos son de larga
extensión- que integran el poemario, donde fondo y forma se ahorman
a sus convicciones existenciales y religiosas debidas a su
experiencia y formación.
Inaugura
el poemario el poema en prosa “En el ocaso de los girasoles”,
donde el autor, inspirándose en una cita de Séneca, plasma sus
preocupaciones morales: “pobres girasoles inclinados,
descorazonados en el surco de los sueños”. Le siguen composiciones
elaboradas en quintetos de rima consonante, liras donde Fernando
Recuenco declara su preferencia por el esquema clásico.
Con
un lenguaje cuidado y un claro dominio de la métrica, Fernando
Recuenco expresa los temas que le inquietan, como el irrefrenable
fluir del tiempo, del que dice: “como un relámpago gigante”
“pasan los años desbocados”, el paisaje con su impronta de
nostalgia, o la educación.
Aunque
tardío, Fernando Recuenco es un poeta de largo aliento místico,
léanse sus poemas “Despierta, oh Dios, en mí”, “Luminiscencia”,
“¡Sin arrogancia, Señor!”, “En busca de tu fortuna , oh mi
Señor” y “En la cruz crucificado”, pertenecientes al último
tramo del libro, un poeta que cuida la forma con singular destreza y
que alcanza su cénit en el delicado soneto con el que concluye el
poemario, “La humildad es amor”, dedicado a su esposa María
Ángeles.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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