Sexto poemario de Custodio Tejada (Purullena, 1969), Un horizonte de significados se presenta como un ejercicio metaliterario donde el vate granadino reflexiona sobre cuestiones de orden metafísico. A pesar de lo humilde de la edición, en tapa blanda y con una cubierta discreta que reproduce un horizonte metafórico en dos planos, enseguida advertimos el tono elevado que albergan sus sesenta y cinco páginas, no hay más que ver las citas que introducen el libro, debidas a Rafael Guillén, Aldo Pellegrini, Volker Springel, José Iniesta y el célebre pasaje de Juan 1, 1: “En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios”. No es baladí que Tejada haya elegido esta cita para encabezar su propuesta lírica pues a la palabra, a su epifanía, consagra el conjunto, así dice: “Palabra y Dios son la misma cosa, prefacio y profecía en un mismo salto de letras, una mística de alabanza orientada a conservar el secreto epistemológico del Ser: la Vida”.
También la estructura y la forma revelan la aspiración profunda de su autor, así el volumen se divide en tres partes, a saber: “Génesis”, “Cosmopoética: un cuerpo místico” y “Epílogo de la epifanía”, que a modo de introducción, nudo y desenlace hilvanan un discurso consistente, sustentado en el magistral empleo del alejandrino, el endecasílabo y el heptasílabo de raíz clásica.
Escritor y palabra se relacionan como padre e hija, y de ese amor al Lenguaje nace la mística. Más adelante señala el poeta; “la palabra es poder” y “el hombre vale según las acciones / que pronuncian los hechos / de la palabra dada”, y es que Tejada reinventa ciertos pasajes biblícos para adaptarlos a lo más esencial, a lo nombrado, porque “sin palabra no tenemos futuro / ni pasado”. No es extraño que las composiciones estén jalonadas de citas que rubrican los múltiples matices de la lectura, desde referentes insoslayables, como Edmund Husserl, Jacques Lacan, Martin Heidegger, Ferdinand de Saussure, Ludwig Wittgenstein, Roland Barthes, Jacques Derrida o Stephen Hawking, a otros mucho más actuales, como Bibiana Collado Cabrera, Sergio Mayor, Roberto Juarroz o Basilio Sánchez.
Pero Custodio Tejada también señala la dimensión social, y por ende política, de la palabra pues “la escritura es un campo de batalla” donde se bate la esperanza para dar voz al oprimido: “quien escribe asume el papel de ser / la voz rebelde de todos los hombres”.
En conclusión, Custodio Tejada ha escrito un poemario sobre el valor de la palabra como fuente de conocimiento de la realidad pero también de uno mismo, pues la palabra es bendecida, iluminada, por la conciencia íntima del poeta: “Escribir el primer verso representa el punto / de no retorno, entonces solo cabe / caer hacia el interior de uno mismo”.
Gregorio Muelas Bermúdez
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