INTRODUCCIÓN
El presente volumen pretende acercar al lector de habla hispana un período crucial de la historia contemporánea. La Gran Guerra europea que se desató en julio de 1914 acabó convirtiéndose, por los numerosos y confrontados intereses de carácter nacionalista e imperialista, en la primera conflagración mundial, con el choque de las grandes potencias de la época en los más diversos escenarios del globo.
Dentro de este complejo escenario destaca como uno de los frentes de mayor trascendencia para el futuro desenlace de la contienda el italiano, objeto de este amplio estudio, cuyo resultado iba a contribuir de forma decisiva a la victoria final de los aliados. Sin embargo, y a pesar de ser uno de los frentes más sangrientos de toda la guerra, no ha merecido en la historiografía de nuestro país la verdadera importancia que tuvo, es por ello que con este libro se pretende dar a conocer de la forma más exhaustiva posible los hechos que tuvieron lugar en este crucial sector del frente europeo. Tanto el desarrollo de las diversas acciones ofensivas y defensivas de uno y otro bando, como el estudio de las actitudes de los personajes más destacados, políticos y comandantes, cuyas decisiones condujeron primero al desastre italiano de Caporetto (1917) y finalmente a la victoria de Italia y sus aliados en Vittorio Veneto (1918), con la consecuente caída de un imperio, el Austro-Húngaro.
En este volumen nos centraremos en las primeras fases del conflicto italo-austríaco, sobre todo en las once ofensivas lanzados por los italianos para romper el frente en el río Isonzo, en el noroeste del actual estado de Eslovenia. Once batallas, que si bien no alcanzaron su objetivo, con excepción de la conquista de Goricia con la sexta batalla, ni fueron decisivas, sí abonaron el terreno para el desastre militar más severo de la entonces reciente historia del Reino de Italia. Un descalabro que, no obstante el alcance de la derrota, y que a diferencia de lo que sucedía en el bando austriaco, sirvió de verdadero acicate para cambiar el rumbo de la contienda al favorecer, a pesar de las miles de deserciones, un movimiento patriótico que a la postre sería el verdadero puntal para plantear una nueva estrategia de guerra y que finalmente conduciría a Italia a sentarse al lado de los vencedores en la mesa de negociaciones del Tratado de Versalles (1919).
En primer lugar debemos analizar cómo llega el Reino de Italia a la guerra, cuál es el estado de su ejército en 1915 y, sobre todo, cuáles eran sus demandas territoriales y sus intereses económicos para involucrarse de lleno en un conflicto que demostraba ser tan caro en vidas humanas y que acabará ocasionándole más de un millón de bajas entre sus filas. En este sentido no debemos olvidar la ambición territorial de un reino relativamente reciente, unificado en 1870 con la incorporación de los Estados Pontificios y regido por una dinastía, la Casa de Saboya, con aspiraciones imperialistas en el norte y el sudeste del continente africano, que apenas dos décadas atrás había experimentado una verdadera humillación en Adua (1896), frente a los abisinios de Menelik II.
Con la esperanza de resarcirse de dicho revés y restablecer así su prestigio entre las grandes potencias europeas, Italia decide finalmente su entrada en la guerra a favor de los Aliados para arrebatar a su sempiterno enemigo, el Imperio Austro-Húngaro, la península de Istria y la ciudad de Trieste, importante nudo de comunicaciones y ciudad con una gran influencia y población de origen italiano.
Gregorio Muelas Bermúdez
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