El viajero en la niebla
José Luis García Herrera
Editorial El Full, Onda, 2016
El
poeta barcelonés José Luis García Herrera es uno de los más
laureados en los últimos años, pues desde que iniciara su
singladura poética en 1990, con la publicación de Lágrimas
de rojo niebla (Premio
“Vila de Martorell” 1989), ésta se ha visto jalonada por
multitud de premios que avalan la trayectoria literaria de un poeta
prolífico e inquieto.
Con
El viajero en la niebla
ha obtenido recientemente el premio de poesía del LI Certamen
Nacional Literario del Ateneo Cultural y Mercantil de Onda
(Castellón). Publicado por Editorial El Full en el nº 6 de la
Colección de Poesía Ateneo, nos encontramos con un poemario denso
que ahonda sus pasos en las arenas movedizas de un mundo hueco
recubierto por la niebla, y donde el poeta, ese viajero con ansia de
sabiduría, se adentra por medio de la palabra.
El
libro se abre con tres citas, de Ángel González, Felipe Benítez
Reyes y Marcos Siena, que enmarcan la voluntad de medrar en la
derrota para continuar un viaje iniciático por los claroscuros de la
vida con un solo billete de vuelta.
José
Luis García Herrera estructura el poemario en seis partes precedidas
por un “Poema de taberna” a modo de prólogo lírico. Seis poemas
integran la primera parte, que lleva por título “Las sombras de la
sombra”, donde el poeta recita “versos
turbios como el poso del café”
y canta con desencanto pues es consciente de que “la
vida es un travesía para alcanzar la nada”.
Abundan los vocablos que denotan lo inminente de la muerte, que se
materializa en la fría noche.
Otros
seis poemas componen la segunda parte, titulada “Diario de
estancias y distancias”, donde el espacio se hace físico, así
determinados lugares, como la calle del Prado, en Madrid, o el
Cementerio de los ingleses, en el Monte Igeldo, son el escenario
donde se desarrolla el poema, donde la oscuridad y la muerte vuelven
a dominar los versos. Pero también la soledad y la tristeza, la
lluvia y el silencio, invaden el alma de un poeta que reflexiona
sobre el tiempo como un sueño.
La
tercera parte, con el título de “La niebla”, está compuesta por
un poema en cinco partes, que se articula como centro. Aquí José
Luis García Herrera reflexiona a partir de una cita de Antonio
Gamoneda sobre los límites de lo real y lo imaginario, así escribe
el autor: “La vida se
oye. El silencio/ es la niebla oscura que lloran los muertos.”.
Como podemos observar los versos mantienen el tono y la tensión de
los anteriores, una constante que manifiesta la sólida unidad de
todo el poemario.
En
la cuarta parte cuatro poemas se agrupan bajo el epígrafe “Sin
brújula hacia el frío” (nótese el acierto y la belleza a la hora
de titular los diferentes apartados), aquí José Luis García
Herrera transita por espacios concretos: Copenhague en “Una carta
desde el frío”, Roma en “Ponte Sisto”, Creta en “Regreso a
Cnossos”, hasta desembocar en las calles mojadas de Lisboa, en
“Fábula del fuego derrotado”, donde “La
herida del desamor todo lo cura”,
con un solo de saxo y Antonio Muñoz Molina al fondo. La nostalgia
recorre unos versos ateridos por la humedad de un invierno que se
posa y pesa en los poemas.
La
quinta parte es la más extensa, en los diez poemas que la integran,
con el título “Fe en la mínima luz callada”, el poeta continúa
“esta travesía sin
destino” con la
esperanza de saldar todas sus deudas, para ello apela constantemente
a la memoria, a “épocas
de latón, de trapo y pandereta”.
En “este viaje a
ningún sitio” el
poeta debe atravesar la tundra de los sueños dejando tras de sí un
reguero de sangre, es el óbolo que debe pagar para alcanzar los
callejones donde se abran “caminos
de luz sobre mares de escarcha”.
Todo nos remite a ese viaje iniciático, donde la experiencia se
erige en verdadera ciencia de la vida, a estas alturas el poeta es
consciente de que “mirar
hacia atrás no me devolverá la vida”
pues no sólo de recuerdos vive el hombre dado que el olvido amenaza
con su nada, pese a ello no duda en proseguir su rumbo aunque sus
pasos le conduzcan “al
rincón sombrío/ donde ya nadie nos espera”.
Con vocación aforística el poeta reconoce que “la
vida es una batalla por ganar, aunque esté perdida”,
por ello decide borrar el miedo y brindar por ella, con la esperanza
de reconocerse entre la multitud de los héroes anónimos, olvidados,
sin patria, pero, al fin y al cabo, sinceros y “dignos
de su historia”, más
allá de “una espesa
resaca de fechas y de nombres”.
En
la sexta y última parte, “Cinco esquinas del invierno”, José
Luis García Herrera retoma el pasado con aire de melancolía al
rememorar, bajo una lluvia de invierno, episodios del ayer en sus
primeros versos, en unas viejas fotografías o en un libro de Vicente
Gallego, y ello con el deseo expreso de volver a ese tiempo muerto y
rescatar “trazos de
aquella infancia”,
pero sus lágrimas no se confunden con la lluvia y sobre ellas
edifica su torre de silencio, porque la tristeza, como reza en el
último poema, son los recuerdos: “leyendas
de papel entre las manos/ de viajeros perdidos en la niebla.”.
En
definitiva, José Luis García Herrera consigue con esta obra, de una
coherencia realmente admirable, añadir un nuevo peldaño en una
carrera ascendente que promete seguir avanzando.
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